Un siglo de historia entre deporte, mito y leyenda.
A las seis de la mañana del día 6 de mayo de 1906, con diez vehículos conducidos por pilotos mundialmente famosos, arrancaba la que hoy en día se puede considerar como la carrera automovilística más antigua del mundo.
Concebida en 1905 en París, por Vincenzo Florio, pensando en un circuito que recorriera las carreteras de las Madonie (148 km que se tienen que recorrer en tres vueltas), cerca de Palermo, la Targa Florio se impuso desde su comienzo como un evento deportivo y social al mismo tiempo. Aproximadamente doce mil personas, parte de las cuales llegaron en trenes especiales, asistieron a la carrera que ganó Alessandro Cagno, sobre Itala, con una velocidad promedio de 46 kilómetros por hora.
El Hotel delle Terme en Termini Imerese, donde también se abrió un centro de apuestas, se convirtió en el lugar donde alojaba la mejor aristocracia de aquella época.
Relatos, noticias y fotografías de la competición dieron la vuelta al mundo: la Targa Florio, ya después de la primera edición había alcanzado la fama mundial y fue así que en su segunda edición lo vehículos que se inscribieron fueron 43.
Entre altibajos, debidos también a razones económicas, la Targa Florio vivió momentos realmente gloriosos. En los años Veinte, con el mítico Nuvolari y la rivalidad entre Alfa Romeo y Bugatti; en los años 50 con los automóviles de Ferrari, Mercedes, Maserati y la participación del gran Manuel Fangio; en los años Sesenta con el siciliano Nino Vaccarella, que puso su Maserati Birdcage 2.9 en el medio de la lucha entre Ferrrari y Porsche.
En los años setenta empiezó, sin embargo, un lento declino: el último ganador fue Muller sobre Porsche Carrera en 1977. Más tarde, la Comisión de Deportes Internacional estableció el fin de la Targa Florio, considerándola una carrera demasiado peligrosa debido a aquel recorrido no adecuado a la velocidad de los vehículos modernos.
Aparentemente se acabó de esa manera la historia de la más antigua carrera automovilística del mundo. Sin embargo nació el mito, que cien años después vuelve a vivir en todo su esplendor.
TARGA FLORIO.
Naturaleza, sabores y seducción en el Parco delle Madonne (Sicilia).
Los tres circuitos de la Targa Florio se desenvolvían por las carreteras de las Madonie, en la provincia de Palermo, entre una naturaleza salvaje que se extendía desde el nivel del mar hasta los mil metros de altura, por recorridos que ofrecen panoramas únicos por variedad de clima y vegetación, comparables a postales vivientes de espectaculares colores.
Los pequeños pueblos de las Madonie, ubicados a lo largo del circuito, son ricos de historia, arte y tradición. Las tierras fértiles que los rodean son fuente de productos excepcionales y el mar cercano ofrece una gran variedad de pescados, para una gastronomía que varía entre platos campesinos y platos de mar, capaz de sorprender y conquistar los paladares más exigentes. Un contexto, el de las Madonie, extraordinariamente sugestivo y placentero, donde nació y vuelve hoy a vivir la leyenda de la Targa Florio.
